La chica del metro
Aunque resido habitualmente en La Adrada, viajo con alguna frecuencia a Madrid. Y en
uno de esos viajes a la capital de España, fui testigo y parte de el accidente, o incidente
que me ha motivado para escribir este artículo.
Cuando ya di por terminada mi estancia en Madrid, tomé el metro de la línea seis, el que
llaman el circular, para ir a la estación de autobuses. En el vagón que viajaba yo,
además de otras personas, viajaban también tres mujeres jóvenes.
Iban enfrascadas en una acalorada conversación, y lo hacían en voz alta, sin importarles.
que las oyesen los demás viajeros que viajaban en el mismo vagón,
Por su desenvoltura al hablar, no sé por qué, pensé que serían secretarias o gente de
oficina, o tal vez tener una carrera universitaria, porque aunque eran jóvenes, para
ser estudiantes no lo eran tanto-. Como soy muy curioso, puse mucha atención para ver
si por su conversación, o por alguna palabra suelta lograba averiguar a que escala social
pertenecían pero no lo conseguí.
Al llegar el metro a la estación de Méndez Álvaro me
bajé. Pero mira que casualidad: También se bajaron las tres jóvenes de esta historia, y
no sé por qué causa, una de ellas metió el pie entre el vagón del metro y el arcén,
cayendo de espalda y quedando tendida en el suelo.
Sus dos compañeras intentaron levantarla, sin darse cuenta que tenía el pie pillado. La
joven gritaba y sollozaba, creo que por el susto más que por el dolor, mientras el tren
pitaba anunciando que en breves segundos partiría.
Yo me di cuenta del peligro que
corría la joven, y con toda la rapidez que me permiten ya mis muchos años, solté mi
bolsa de viaje en el suelo, y mientras con una mano sujetaba la pierna de la joven, con la
otra mano liberaba el pie que tenía aprisionado. El tren partió rápidamente y las tres
jóvenes me dieron las gracias, sobre todo la accidentada que continuaba tendida en el
suelo, aunque ya sin peligro alguno, y me miraba fijamente con una mirada muy dulce
con unos bonitos ojos azules a través de unas gafas de cristales transparentes.
Nunca podré olvidar aquella cara, ni tampoco aquella mirada tan dulce, y seguramente
la joven tampoco se olvidará jamás de mí. Aunque yo me quedé sin saber quien era.
Pero por esos avatares de la vida, por esos caprichos del destino, he vuelto a ver a la
chica del metro y he conocido su identidad, cuando y donde menos lo esperaba.
Tras una revisión médica, mi doctora de cabecera me mandó hacer unas pruebas, cuyo
resultado sería enviado a un determinado especialista, al cual yo debía visitar.
En el volante que me dieron había un nombre: Doctora Blanca Peña Del Monte. Eso no
me decía nada. Solo que era una mujer la que me iba a atender, cosa muy frecuente en la
medicina actual. Pero al entrar en la sala de consultas, me encontré con una mujer
enfundada en una impecable bata blanca, que me miraba fijamente con unos bonitos
ojos azules a través de unas gafas de cristales transparentes.
Los dos nos quedamos
mudos unos segundos y mirándonos fijamente. El primero en romper el silencio fui yo y
dije:"¡Usted es la chica del metro!" Pero enseguida rectifiqué y aclaré: "Usted es la
Doctora Blanca Peña Del Monte." Ella se sonrío y respondió: Si. "Yo soy la doctora que
le va a atender, pero también soy la chica del metro, y usted es el caballero que liberó
mi pie y le vuelvo a dar las gracias de nuevo."
Afortunadamente las pruebas que me llevaron ante la Doctora Blanca Peña Del Monte
dieron negativo y no he vuelto a ver a la chica del metro. Pero sirva este artículo para
reafirmar que, a pesar de su inmensidad, el Mundo es muy pequeño.