A la Adrada

¿Fue la vara de un hada
muy caprichosa,
quien hizo que La Adrada
sea tan hermosa?.

¿O en su amor infinito
fue Dios que quiso,
regalarle un trocito
del Paraíso?

Subo con ansia avara
por la "laera"
una mañana clara
de primavera

Entre nubes sedosas
el sol asoma,
y desprenden las rosas
un suave aroma.

Porque La Adrada es esa,
la gran señora;
la que siempre embelesa
y que enamora.

La que tiene lugares
tan sorprendentes;
la de verdes pinares
y frescas fuentes.

La joya mas bonita,
la hermosa perla;
la que a quererla incita
solo con verla.

Trepo por un sendero,
cruzo un portillo,
y llego hasta un reguero
que es el 'Tranquillo."

Un aprendiz de río.
un arroyuelo;
que ahora baja bravío
por el deshielo.

El agua transparente
se torna espuma,
y tiene su corriente
belleza suma.

El corazón del valle
-que así es llamada-
la que tiene esa calle
tan blasonada.

El campo se embalsama,
sopla la brisa,
y ante ese panorama
que se divisa;

Y que nadie presuma,
que nadie piense;
que exagera la pluma
de este adradense.

Termino de llegar,
de un gran viaje;
y ansío contemplar
este paisaje.

Mi mente se enajena,
y mi retina
de un paisaje se llena
que me fascina.


Esa ardilla traviesa
que trepa y chilla,
la brisa que me besa
en la mejilla.




El agua cristalina
que mi sed apaga,
y ese olor a resina
que me embriaga.

Ver a las mariposas
entre las jaras,
ver hacerse espumosas
las aguas claras.

En medio de tomillos
y de romeros,
gorgorean los pardillos
y los jilgueros.

Y ocultos entre espinos
de blancas flores,
lanzan también sus trinos
los ruiseñores.

Es áspero el terreno,
la cuesta es pina,
mi paseo fue pleno
y aquí termina.

Y aunque subí escotero
estoy rendido,
y en sueño placentero
quedo sumido.

Y sueño que La Adrada
tiene un amante,
de nobleza sobrada
guapo y galante.

Es robusto y macizo
como una roca,
y a La Adrada su hechizo
la vuelve loca.

Pero cuando despierto
quedo asombrado,
al comprobar que es cierto
lo que he soñado.

El amante prendado
de su hermosura,
la contempla extasiado
desde la altura.

Porque se encuentra erguido
sobre un otero,
y la dice al oído.
"¡Cuánto te quiero!"

Como una colegiala
que coquetea,
La Adrada se acicala
y se hermosea.

Porque al verse querida
de esa manera,
se vuelve presumida
y retrechera.

El amante la mira
con embeleso,
y al tiempo que suspira
la tira un beso.

Y yo para dar brillo
a esta balada,
tiro un beso al castillo
y otro a La Adrada.

El poema rubrico,
tiendo la mano;
y estos versos dedico
al pueblo llano

 

Compartir