Vivencias

Hace ya bastantes años
que rebasé el medio siglo,
y aunque pronto seré viejo
sueño lo mismo que un niño,
sueño con mucha frecuencia
y siempre sueño lo mismo.

Sueño con esos pinares;
con empinados caminos
que subían hacia el monte,
sinuosos, retorcidos,
entre peñascos enormes,
entre corpulentos pinos,
entre aroma de jarales
y fragancias de tomillos.

Allá donde el Pinarón
se aproxima al Aprisquillo,
en un chozo de retamas
muchas noches yo he dormido,
y muchas veces yo sueño
que mas que chozo era un nido;
con la lumbrera de piedra,
con el techo renegrido,
la cama hecha de helechos
y por almohada.. .tomillos.

En agua de esos veneros
muchas veces he bebido,
y comí pan de centeno
porque no lo había de trigo,
y pucheros de patatas
y algún trozo de tocino,
y aquel austero manjar
me parecía tan rico,
que cuando sueño con él
sueño que vuelvo a ser niño.

Desde allí miraba al Cielo
en las noches del estío,
y al observar las "Cabrillas"
al principio me hacía un lío,
después cerraba los ojos
y cuando volvía a abrirlos,
las veía frente a mi
con enorme regocijo.

Allí aprendí muchas cosas,
y a mi padre y a mi tío
que duermen el sueño eterno
les estoy agradecido,
por enseñarme esas cosas
que no enseña ningún libro.




Y yo sueño que me dicen:
Desperézate. Pablito,
que está "pa"salir el sol
y suficiente has dormido.
Que ya liban las abejas
en los romeros floridos,
que ya los tábanos vuelan
con sus molestos zumbidos,
que ya cantan las alondras
en las copas de los pinos,
y cansados de cantar
se han ido a dormir los grillos.

Que ya sacan los cabreros
las cabras de sus apriscos.
¿No escuchas esos cencerros?
¿No percibes los balidos
tan tristes y lastimeros
que lanzan los corderillos
porque los deja el pastor
dentro del borril metidos?

¿No oyes roncos y sonoros
esos continuos ladridos?
Son los perros del pastor
que seguramente han visto
algún lobo que pretende
quitarles un corderillo,
y seguro que lo logra
pues los lobos son muy listos.

Sal del chozo y verás
en lo alto de unos riscos,
que dos águilas reales
dan de comer a sus hijos.
Sal del chozo y verás
que ya está vacío el nido
que te enseñé el otro día
y que tenía cuatro mirlos.

Ya se vistieron de plumas
y volanderos se han ido
y, aunque vuelan libremente
les acechan mil peligros.
Algún día cuando crezcas
tu también harás lo mismo,
abandonarás tu casa
y aprenderás un oficio

 

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