Recuerdos
Cuando iniciamos la vida y somos un débil niño, siempre hayamos el cariño de nuestra madre querida. Ella nos mima y nos cuida, ella enjuga nuestro llanto, nos arrulla con su canto cuando estamos en la cuna, y no hay persona alguna que nos pueda querer tanto. Ella siempre nos ha dado el amor más verdadero, el más limpio, el más sincero, el más desinteresado. Ella pasó a nuestro lado -cual perenne centinela- las largas noches en vela; cuidándonos con ternura si teníamos calentura, sarampión o varicela. Me acuerdo constantemente de aquella mujer piadosa, de aquella madre amorosa muerta prematuramente, que me quiso ciegamente y que fue la madre mía. Y aunque es una utopía, aunque ella ya no está y sé que nunca vendrá; yo la llamo cada día. Aunque tan pronto se fue, -como era muy creyente- tuvo tiempo suficiente para educarme en la fe. Y en estos versos diré que esa fe no la he perdido; aunque en mi casa haya habido desde la más tierna infancia; libertad y tolerancia dentro de lo permitido. Tengo que mentar aquí al padre trabajador, que a costa de su sudor yo tantos años comí. Si alguna vez me torcí el me supo enderezar, también me supo inculcar desde la tierna niñez, el trabajo y la honradez y saberme administrar. |
Hombre por hielos curtidos, |