El matón

Era una vez un matón
fanfarrón y pendenciero,
vanidoso y altanero,
necio, cretino y faltón.
Siempre de su valentía
hacía ostentoso alarde,
y tachaba de cobarde
a un vecino que tenía.

Como juega y se divierte
el gato con el ratón,
así jugaba el matón
sabiendo que era el más fuerte.
Y el cobarde y el valiente,
-o el prudente y el matón-
se hallaron de sopetón
a beber en una fuente.

"Supongo" dijo altanero
y con ganas de pendencia,
"que te dice tu prudencia
que yo beberé primero".
"¿Por qué así ha de ser?"
dijo el prudente turbado:
"Si yo primero he llegado
primero debo beber"

"Porque a mí me da la gana
y tu eres un obtuso".
Al prudente se le puso
la cara como la grana.
Por evitar la quimera
y no tener tremolina,
de aquel agua cristalina
dejó al matón que bebiera.

El prudente muy maltrecho
y el matón con altivez,
se encontraron otra vez
en un puente muy estrecho.
Con cara de desafío
el valiente le gritó:
"Déjame que pase yo
que si no te tiro al río"

Con una rabia iracunda
y ya apunto de estallar,
al fin optó por callar
y cedió la vez segunda.

Era el día del Patrón
y juntos con mucha gente,
se encontraron nuevamente
el prudente y el matón.

Estaban en el casino
y todo el mundo bebía,
pero nadie predecía
los caprichos del destino.
Era el prudente elegante
y como era día festivo,
consideró buen motivo
vestir un traje flamante.

Era el matón envidioso
y al verle tan elegante,
altanero y arrogante
así le dijo al medroso:
"¿Ese traje tan bonito
que dinero te ha costado?
¿O te le han regalado
por hacer tanto el cabrito?"
después al tabernero
le dijo con malos modos:
"Sirve vino para todos
que lo paga este carnero"

Y para mayor ultraje
con proceder tan mezquino,
arrojó un vaso de vino
en aquel flamante traje.
Entre aquella concurrencia
la tragedia se mascaba,
al ver como rebosaba
el vaso de la paciencia.

Pues el prudente esta vez
ya no se pudo aguantar
y dijo: "Te he de matar aunque
me condene un juez''
Y lívido y amarillo
harto de tanto despecho,
clavó al matón en el pecho
un afilado cuchillo.
Los clientes del casino
todos dijeron perplejos:
"Casi nunca se hacen viejos
los matones y el buen vino".

 



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