Mi pueblo
Cuando yo era joven me fui de mi pueblo, con una ilusión por ver mundo nuevo. Con una esperanza, con unos anhelos, de adquirir cultura y conocimientos. Me hervía la sangre dentro de mi cuerpo, y así realicé trabajos diversos, y a veces dormido y a veces despierto, yo siempre soñaba con volver al pueblo. Pasé mil fatigas y algún contratiempo, pero con tesón y sin decaimiento, con gran entereza los iba venciendo. Traté a mucha gente, a hombres de talento, a hombres generosos, a hombres cicateros, y entre mil errores y entre algún acierto, un poco aprendí de cada uno de ellos. Creé una familia, de ella me envanezco, y eso me compensa de tantos esfuerzos. Pasaron los años, cambiaron los tiempos, y ya los domingos, -mi día de asueto- siempre que podía volvía a mi pueblo, pero ya mi padre se encontraba viejo. Todos los domingos salía a mi encuentro, y al ver que llegaba se ponía contento. Salía a recibirme con paso resuelto, alegre el semblante, los brazos abiertos, y al darme un abrazo y darle yo un beso, sentía estremecerse su encorvado cuerpo. Notaba alegrarse su rostro moreno, tostado por soles, curtido por hielos. Temblonas sus manos, con grietas sus dedos, que tanta firmeza de joven tuvieron, cuando trabajaba sin un desaliento, que me acariciaron con tanto contento, y que tantos años fueron mi sustento. Después de almorzar -si hacía el día bueno- íbamos al campo a dar un paseo. |
Este campo hermoso |