Mi villa

Yo he nacido en una villa
una villa castellana,
donde Ávila y Toledo
en un abrazo se hermanan.

En medio de un fértil valle
está mi villa ubicada,
allí esconde sus encantos
como novia recatada.

Es la villa más antigua
que hay en toda la comarca,
un castillo sobre un cerro
deja del hecho constancia,
hace mil años fue mora
y antes que mora romana.

Al norte tiene una sierra
hija de la Carpetana,
una sierra que en invierno
de los fríos la resguarda,
donde el Mirlo y el Berrueco
lucen sus crestas gallardas.

En ella crecen pihornos
y cambriones y retamas,
y miles, miles de pinos
formando una verde capa.

En el invierno las nieves
la dejaron fecundada,
y en parto que dura siglos,
en parto que nunca acaba,
como una madre amorosa
esa sierra se desangra,
derramando por sus venas
manantiales de agua clara,
que al bajar por las chorreras
semejan hilos de plata,
ese líquido precioso
que la sierra nos regala,
para apagar nuestra sed,
para regar nuestras plantas.

Ese líquido elemento
que la sierra nos regala,
en parto que dura siglos,
en parto que nunca acaba,
al descender hacia el valle
de piedra en piedra resbala,
formando bancos de espuma,
nítida, impoluta, blanca...

Por el sur recoge un río
arroyuelos y gargantas,
un río recién nacido
que poco a poco se ensancha.

Bajo medievales puentes
pasan alegres sus aguas,
y a la sombra de los pinos
se adormecen y remansan.

Crece después en las juntas
en caudal y en arrogancia,
y como se siente grande
como un furtivo se escapa,
a morir a Extremadura
en donde el Tajo le aguarda.

Por el este y el oeste
dos poblaciones hermanas,
por una nos deja el sol,
por otra nos llega el alba.

Mi villa, -que fue un imperio-
le dio independencia a ambas,
independencia que ellas
también supieron ganarla,
y aprendieron a andar solas
con suficiencia sobrada.




Hoy esta tres poblaciones
quieren ser a cual más guapas,
pero las tres se respetan
y se quieren como hermanas.

Mi villa tiene sus calles,
mi villa tiene una plaza,
la plaza tiene una fuente
con cuatro caños que manan,
cuatro caños, cuatro chorros,
cuatro lingotes de plata.

Mi villa tiene una Iglesia,
que es una Iglesia herreriana,
la Iglesia tiene una torre
y la torre sus campanas.
Ellas los días de fiesta
a misa a los fieles llama
y el día de mi bautizo
tocó la más veterana.

Mi villa tiene una cosa
que yo no puedo explicarla,
yo no sé si es la solera
el señorío o la gracia,
o son las tres cosas juntas
las que te hacen admirarla.

La simpatía de su gente
está también comprobada
pues todo el que nos visita
se encuentra como en su casa.

¡Que hermosa su primavera
cuando el campo se engalana
con sus mas bellos colores
y el verde en todas sus gamas!
¡Cuando se escucha en los prados
los cencerros de las vacas,
el mugir de los terneros
o un toro en celo que brama!

Ruiseñores y jilgueros
en las arboledas cantan,
cuando fabrican sus nidos
en las más ocultas ramas

Todo el aire se perfuma,
y el ambiente lo embalsama
las flores de los espinos,
el poleo en las cañadas,
el tomillo y el romero,
el orégano y la jara.

En sus rosales se crían
las rosas más delicadas,
rosas frescas y olorosas,
rosas de suave fragancia,
rosas de bellos colores,
rojas, amarillas, blancas...

En las lindes de los huertos
hierbabuena y albahaca,
y crece entre los linderos
de resguardos y solanas,
una alfombra de violetas
con un olor que embriaga.

¡Que bien huelen los cantuesos
con sus orejas moradas!
¡Que bien me huele en los prados
la hierba recién segada!
¡Que bien huele la resina!
y su olor:¡Como me agrada!
¡Que bien me huele mi villa!
¡Que bien me huele...La Adrada!









 



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