Mi villa
Yo he nacido en una villa una villa castellana, donde Ávila y Toledo en un abrazo se hermanan. En medio de un fértil valle está mi villa ubicada, allí esconde sus encantos como novia recatada. Es la villa más antigua que hay en toda la comarca, un castillo sobre un cerro deja del hecho constancia, hace mil años fue mora y antes que mora romana. Al norte tiene una sierra hija de la Carpetana, una sierra que en invierno de los fríos la resguarda, donde el Mirlo y el Berrueco lucen sus crestas gallardas. En ella crecen pihornos y cambriones y retamas, y miles, miles de pinos formando una verde capa. En el invierno las nieves la dejaron fecundada, y en parto que dura siglos, en parto que nunca acaba, como una madre amorosa esa sierra se desangra, derramando por sus venas manantiales de agua clara, que al bajar por las chorreras semejan hilos de plata, ese líquido precioso que la sierra nos regala, para apagar nuestra sed, para regar nuestras plantas. Ese líquido elemento que la sierra nos regala, en parto que dura siglos, en parto que nunca acaba, al descender hacia el valle de piedra en piedra resbala, formando bancos de espuma, nítida, impoluta, blanca... Por el sur recoge un río arroyuelos y gargantas, un río recién nacido que poco a poco se ensancha. Bajo medievales puentes pasan alegres sus aguas, y a la sombra de los pinos se adormecen y remansan. Crece después en las juntas en caudal y en arrogancia, y como se siente grande como un furtivo se escapa, a morir a Extremadura en donde el Tajo le aguarda. Por el este y el oeste dos poblaciones hermanas, por una nos deja el sol, por otra nos llega el alba. Mi villa, -que fue un imperio- le dio independencia a ambas, independencia que ellas también supieron ganarla, y aprendieron a andar solas con suficiencia sobrada. |
Hoy esta tres poblaciones |