La niña del agua


Las ciudades, las villas, los pueblos, los lugares… crecen y se ensanchan. Y a medida que van creciendo, y se construyen grandes y bonitos edificios, van naciendo avenidas, calles y plazas. Se van plantando árboles, creando parques y jardines, y en muchos parques y en muchas plazas se colocan fuentes, y a veces hasta se erigen estatuas que embellecen el entorno, y que dicen mucho del buen gusto y de la sensibilidad de sus regidores y de los vecinos de esos municipios.

En La Adrada se han creado parques, se han plantado árboles, se han remodelado plazas y se han hecho algunas plazas nuevas, y a una de esas plazas de nueva construcción es a donde queremos llevar al lector. Esta plaza figura en el callejero y plano de La Adrada, con el nombre del Teniente General Barroso, pero todo el mundo la conoce como la plaza del “Riñón”, porque la plaza tiene una fuente -cosa que no habíamos dicho antes- cuya taza tiene la forma de un riñón. Está ubicada en el lugar que antes se llamaba la “Boca de la Nava” y es una plaza muy sencilla y muy bien arbolada, con abundantes bancos de piedra, punto de encuentro de muchos jubilados, que se reúnen allí a contar “sus batallas” y a intentar arreglar el mundo. ¡Pobres ilusos!

Es muy gratificante, sobre todo en las horas de calor, sentarse en uno de esos bancos, y a la sombra de alguno de esos árboles discutir con gente que conoces desde que eras niño. También es muy placentero sentarse en un banco al caer la tarde cuando la plaza está tan tranquila, que solamente se escucha el chorreo del agua al caer en la taza y el alboroto que forman los gorriones entre los árboles cuando todos quieren coger el mejor sitio para pasar la noche.

Alguien de las pasadas corporaciones pensó que a la plaza le faltaba algo, y de acuerdo con el escritor y escultor Don Luis Arencibia, se ideó el hacer una estatua y colocarla en el centro de la taza de la fuente. Se pensó en una cosa pequeña, algo simbólico y que no ocasionara muchos gastos a las arcas municipales, siempre tan exprimidas y estrujadas.

La Adrada

El artista modeló la inocente figura de una niña. Se colocó un pedestal en el fondo de la taza de la fuente, se acopló la figura de la niña al pedestal de tal forma que la niña siempre tenía los pies mojados, mientras que el resto del cuerpo parecía que flotaba sobre el agua, y algunos empezaron a llamar a la fuente, la “Fuente de la niña”, y otros de manera más poética: “La niña del agua”.

Todo el que visitaba la plaza del “Riñón” podía contemplar a “La niña del agua”, aunque como sucede siempre, unos con más entusiasmo que otros. Pero de la noche a la mañana “La niña del agua” fue arrancada de su pedestal, no se sabe por quien.

Unos dicen que fue durante la fiesta de la espuma -evento que se celebra para disfrute de los niños- donde todos ellos se bañan en la fuente, otros dicen que fue durante el mundial de Fútbol, donde también se bañaban los mayores después de cada partido que ganaba España. Pero hayan sido los “Hunos” o los otros, lo cierto es que no sabemos en donde se encuentra “La niña del agua”.

Tal vez esté muerta de risa en algún rincón de los almacenes municipales. Bueno, muerta de risa no. Muerta de tristeza sí. La misma tristeza que sentirá Luis Arencibia al saber que la “Niña” que el modeló con tanta ilusión, ha terminado, sucia, rota y olvidada, en el rincón de unos almacenes municipales.

Y ahora pregunto yo: ¿costaría tanto volver a colocar a “La niña del agua” en el pedestal de la taza de la fuente de la plaza del “Riñón.”?


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