Oda al vino

Vino, jerez o riojano,
de color de sangre y oro,
vino que naciste moro
y al morir eres cristiano.


Catalán o castellano,
De Aragón o de Navarra,
cuando yo me meta en farra
beberé cuanto me quepa
de este hijo de la cepa,
de este nieto de la parra.


Vino de tierras manchegas,
de Jumilla a Valdepeñas,
vino que duermes y sueñas
en las cavas y bodegas,
vino que al hombre doblegas.


Mucho más de lo previsto,
tú atontas a los más listos,
tú a los más nobles perviertes
y ante el Altar, te conviertes
en sangre de Jesucristo.


Tú curas penas de amores,
tú olvidas los desengaños,
y cuando cumples más años
se te rinden más honores;
algunos sabios doctores,
dicen que eres medicina;
La cara se me ilumina
cuando te tengo en mi mano,
y aunque te han hecho cristiano
sigues siendo cosa fina.


El honor te concedieron
de estar en las buenas mesas,
tú hiciste muchas promesas
que después no se cumplieron.
Ante tus pies sucumbieron
muchos de los grandes sabios,
tú perdonas los agravios,
tú incitas a los placeres,
y a las más bellas mujeres
tú las besas en los labios.


Contigo dormir lograron
los que padecían de insomnio,
tú juntaste matrimonios
que por ti se separaron.
Algunos que fracasaron
te ponen a ti de excusa,
y con razón se te acusa
que rosado, tinto o blanco,
tú le mandas al barranco
al que de ti, vino, abusa.
















 

Compartir