Sonetos

V

En un valle de ensueño y al abrigo
de una sierra sin par que Dios bendijo,
hay un pueblo al que siempre me dirijo
cuando quiero encontrar algún amigo.

Prepara la maleta y ven con migo,
que yo por experiencia sé de fijo,
que te van tratar igual que a un hijo
la gente de ese pueblo que te digo.

Es el pueblo del valle mas florido
donde nadie se siente forastero,
es alegre y bonito como un nido,

es descanso y reposo del viajero,
es el pueblo en donde yo he nacido,
es La Adrada el pueblo que mas quiero.

VI

Podrás conocer bellos lugares
pateando senderos y caminos,
y después descansar bajo los pinos
contemplando el verdor de sus pinares.

Y saciarás tu sed cuando te pares
bebiendo en los arroyos cristalinos,
te alegrarán las aves con sus trinos
y olvidarás las penas y pesares.

Te embriagará el aroma de la jara
del tomillo el romero y la resina.
La blanca palidez de tu cara

se hará poco a poco mas cetrina.
Que es tanta la belleza que acapara
que es fijo que mi villa te fascina.

VII

Querencia, morriña y añoranza
son cosa las tres muy similares,
las sufren aquellos que a sus lares
de volver perdieron la esperanza.

Ni calma, ni tormenta, ni bonanza,
ni la bella bravura de los mares
les hace olvidar de sus hogares
y se hace insoportable la tardanza.

Quien de su hogar jamás se ha separado,
no sabe la suerte que ha tenido
y tampoco su tierra la valora.

Y aquel que ha sido desterrado
y lejos de los suyos ha vivido
es de veras el hombre que la añora.

VIII

Llegaron los Reyes desde Oriente
montados en caballos y camellos,
guiados por los límpidos destellos
de una estrella brillante y refulgente.

Encontraron a un niño sonriente,
el Niño mas bello entre los bellos;
se hincaron de rodillas todos ellos
y entregaron al Niño su presente.

El buey muy dulcemente le lamía,
la mula con el vaho de su hocico
le daba el calor que no tenía.

Y un alegre y joven "pastorcico"
al saber que era Dios el que nacía
le cantó un alegre villancico.

 



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